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13 may
2009

La filosofía de Ortega

Resumen de su filosofía

LA FILOSOFÍA DE ORTEGA (al final hay un enlace a un documento word con el mismo contenidoy alguno más)

Perspectivismo (primer período). Crítica al Idealismo y al Realismo

Se distinguen dos períodos claramente diferenciados en la filosofía de Ortega y Gasset:

  • Perspectivismo: período que va desde el año 1910 hasta el año 1923, en el que hace una crítica al Idealismo y al Realismo.
  • Raciovitalismo: desde 1923 hasta 1955.

El Perspectivismo no es una doctrina accidental, sino que se convierte en la piedra angular de la teoría del conocimiento. En ésta se opone Ortega y Gasset tanto al idea­lismo como al realismo. Contra el Idealismo afirma que el sujeto no es el eje en tor­no al cual gira la realidad; contra el Realismo afirma que el sujeto no es un simple trozo de la realidad ni un ser abstracto: es una realidad concreta que vive aquí y aho­ra: es una vida.

El Realismo: La sustancia como dato radical del universo

El realismo es una actitud que supone que la verdadera realidad son las cosas en sí, es decir, que las cosas son independientes de mi pensar: «el filósofo antiguo busca el ser de las cosas e inventa conceptos que interpretan su modo de ser» (L. IX, edición oficial del COU, p. 165).

En el Realismo el yo centra la atención en las cosas que le rodean y éstas im­piden que el YO se dé cuenta de sí mismo. Es la actitud natural del YO, para el que sólo existe el mundo cósmico, compuesto de cosas corporales (L. VIII). «En la actitud nativa de la mente... parece dado y real el cosmos, las cosas» (L. IX, p.165).

El Realismo, partiendo de esta concepción dc las cosas, llega al concepto de sustancia haciéndose esta reflexión: ¿cómo es posible que una cosa esté siempre cam­biando y al mismo tiempo sea la misma a lo largo del tiempo? La solución la encuentra en el concepto de sustancia: lo que sirve de soporte a esos datos cambiantes, lo que está debajo, lo que no cambia, el ser substante, eso es la sustancia: el sujeto perma­nente de sus variaciones o accidentes.

Así es el realismo antiguo, el de los griegos: parte de la existencia del cosmos, de las cosas y no duda de ellas para nada. Sin embargo, esto es una ingenuidad filosófica, porque para ellos la intimidad, la conciencia ha sido algo muy secundario. No se pue­de admitir que el sujeto sea un simple trozo de la realidad, una cosa más del cosmos:

el sujeto es el que recibe todas esas impresiones, es el que las selecciona, el que las vive. El Realismo no ha sabido dar importancia al YO y ha quedado absorbido por el mundo exterior.

El Idealismo: El pensamiento, dato radical del universo

Hay que tener en cuenta que la primera formación de Ortega fue idealista, en la escuela neokantiana de Marburgo: de ahí parte su crítica al Realismo. Más tarde criti­ca el Idealismo de forma muy personal.

En qué consiste el subjetivismo

Descartes es el primero que pone en tela de juicio el Realismo y sienta los pilares del auténtico Idealismo, que es la base del subjetivismo moderno: las cosas no son seguras; yo puedo estar en un error. Los sentidos me engañan y no soy capaz de distinguir el sueño de la vigilia. Como consecuencia de esto, admito como realidades cosas que no lo son. De lo único que no puedo dudar es de mi pensamiento.

Este es el auténtico subjetivismo: el YO, el sujeto se traga el mundo exterior de tal modo que éste desaparece y sólo queda el YO. Pero esto es muy grave, es un tu­mor que necesita ser operado. Veamos en qué consiste ese tumor y por tanto en qué consiste el Idealismo:

  • El pensamiento: toda la filosofía se levanta sobre la razón, sobre el pensamiento, sobre el sujeto. Para Descartes ése es el dato radical del universo.

El cógito es una realidad hermética: de las cosas sólo puedo estar seguro en cuanto las pienso, en cuanto soy testigo de ellas: yo estoy seguro de esta habitación en cuanto estoy en ella y la pienso, pero... si me voy y dejo de pensar en ella... Es decir, la realidad exterior queda reducida a experiencia interior.

  • La sustancia: el pensamiento es una sustancia pensante: es lo mismo decir «pien­so» que decir «el pensamiento existe». Concibe el pensamiento como una reali­dad sustancial, como «res-cogitans», como sustancia.
  • El YO es el dato radical: las cosas son en cuanto son para mí, en cuanto las pienso, en cuanto son ideas mías. La verdad radical es el YO, mi pensamiento. El ser de las cosas depende del YO.

Crítica de Ortega al Idealismo

El pensamiento no es independiente de las cosas:

El Idealismo tiene razón al afirmar que yo no puedo saber de las cosas mas que en cuanto son pensadas por mi. Pero no puede afirmar la independencia del sujeto respecto a las cosas: no puedo hablar de las cosas sin el YO, pero tampoco puedo hablar de un YO sin cosas. No existe el YO sin cosas, sin mundo. YO soy inseparable de las cosas. Yo me encuentro al mismo tiempo con mi YO y con mis cosas:

«El mundo exterior no existe sin mi pensarlo, pero el mundo exterior no es mi pensa­miento... somos el mundo y yo».

Por tanto, el dato radical del universo no puede ser el pensamiento, sino el pensa­miento y las cosas, el YO con las cosas:

«Necesitamos pues corregir el punto de partida de la Filosofía. El dato radical del Univer­so no es simplemente: el pensamiento existe o yo pensante existo -sino que si existe el pensa­miento existen, ipso facto, yo que pienso y el mundo en que pienso- y existe el uno con el otro, sin posible separación. Pero ni yo soy un ser sustancial ni el mundo tampoco, sino ambos somos en activa correlación: yo soy el que ve el mundo y el mundo es lo visto por mi Yo soy para el mundo y el mundo es para mí Si no hay cosas que ver, pensar e imaginar, yo no vería, pensaría o imaginaria, es decir, no sería».

El pensamiento no es una sustancia pensante:

El pensamiento es una relación: un sujeto que piensa una cosa. No hay pensa­miento sin sujeto que piense, ni puede haber un sujeto que piense sin pensamientos que pensar:

«Para que un pensamiento exista y sea, basta con que lo piense: pensarlo es hacerlo, darle ser, y no es sino mientras y en tanto que lo pienso, que lo ejecuto, que lo actúo» Q. IX, p. 167).

Pero Descartes define la sustancia como «lo que no necesita de otro para existir». Sin embargo, el sujeto pensante necesita del pensamiento para existir como pensante (no hay un yo que piense sin pensamientos). Luego no se le puede aplicar el término sustancia.

La sustancia es el sujeto permanente de los accidentes. Sin embargo, el sujeto pen­sante existe mientras piensa («no es sino mientras y en tanto que lo ejecuto))). La exis­tencia del sujeto pensante no es como la de una cosa que <(está ahí)), permanente, estática sino que se hace en tanto que se piensa y sólo mientras se piensa.

Por tanto, el Idealismo falla en su afirmación fundamental.

Por qué critica Ortega el Idealismo:

Porque va contra la vida:

«Si todo es pensamiento, si las cosas existen sólo en cuanto son pensadas... el Idealismo casi ha logrado convencer al hombre de una manera vital de que cuanto le rodeaba era sólo imagen suya, pensamiento. De lo que se deducía que... vivir es padecer una ilusión óptica» (L. IX, p. 162).

Porque es la tarea del intelectual:

La superación del idealismo es una necesidad que padece nuestra época, la moder­nidad, es «la tarea de nuestro tiempo)); aceptar la tarea de nuestro tiempo es aceptar nuestro destino.

Porque es la reforma radical de la filosofía:

Se trata nada menos que de invalidar el concepto tradicional del <(ser)), y como éste es la raíz misma de la filosofía, se requiere una reforma radical de la Filosofía (QF, 162). Por eso necesitamos corregir el punto de partida de la filosofía. El ser, como dato del universo, en sentido tradicional es una ingenuidad. El dato radical no es ese: el descubrimiento de la Vida, como realidad radical, supone la superación del idealismo y del realismo. Dice Ortega:

  • lo que los filósofos han llamado «ser» es algo inventado por el hombre;
  • el ser no es una realidad, sino al contrario, la realidad es anterior al ser (QF, 168, 162);
  • el ser es una interpretación de «lo que hay», y esto no es algo que el hombre pone, sino aquello que se le impone por sí mismo;
  • lo que hay es más bien algo incompleto: es un intento de ser, no es nunca un ser completo.

Porque el idealismo no es un dilema:

El dilema se podría formular así: las cosas tienen realidad absoluta fuera de mi o la tienen en mí. Y ese dilema es falso: el mundo, las cosas, forman parte de mi yo, son objeto de mi pensamiento; yo no estoy desligado de las cosas, pero tampoco existe mi yo sin las cosas, solo, encerrado en sí mismo. Ni el mundo solo ni yo solo: somos el mundo y yo, yo con las cosas, es decir, la vida. Por eso el dato radical del universo es la vida.

Es decir: Ortega y Gasset libera al YO aprisionado en esa tarea de «abrir el vientre al idealismo» (QF, 158), rompe ese claustro materno de la subjetividad, aisladora de la realidad, y le pone en contacto con el paisaje refrescante del mundo externo.

Pero es un YO que, coexistiendo con el mundo, conserva su intimidad, su auten­ticidad. Esta es la verdad fundamental; el dato radical del universo es la VIDA del YO en el mundo, en este mundo, aquí y ahora... (QF, 176).

Resumen

La realidad del mundo (las cosas, esta habitación...) no está ni fuera ni dentro de mi pensamiento: esta con mi pensamiento. El pensar y lo pensado, la conciencia y el ob­jeto, yo y el mundo... inseparablemente unidos.

«El mundo exterior no existe sin mi pensarlo, pero el mundo exterior no es mi pensa­miento; yo no soy u, teatro ni mundo; yo soy frente a ese teatro, soy con el mundo... somos el mundo y yo... el mundo es lo que es para mí, el mundo se confunde conmigo...» (QF, 172).

Critica el Idealismo y el Realismo; El Realismo pone la verdadera realidad en las co­sas; el Idealismo las pone en el YO. El Realismo es objetivista; el Idealismo es subjeti­vista. Hay que concluir que ni el Idealismo ni el Realismo: ni las cosas solas ni el yo solo. La verdad está en yo con las cosas, es decir, la vida.

El Raciovitalismo (segundo período).

Conocimiento arraigado en la vida

Es el segundo periodo de la vida filosófica de Ortega: el conocimiento arraigado en la vida.

El Raciovitalismo es la teoría del conocimiento que parte de la vida:

  • Ni sólo Racionalismo (Kant).
  • Ni sólo Vitalismo (Nietzsche).

Es decir: estrecha e íntima unión entre razón y vida, entre razón e historia. Toda razón es vital, es decir, da razón, da cuenta de los hechos vitales, no sólo de los puramente biológicos.

El hombre es un ser dotado de razón, pero de una razón que tiene que usar sobre todo para vivir. El hombre ha tenido que inventar la razón si no quería perderse en el Universo.

La vida es la realidad radical dentro de la cual se encuentran las demás realidades. La vida de cada cual es la existencia particular y concreta: esa realidad humana en su concreto vivir histórico es el centro de atención de la filosofía de Ortega, subra­yando el carácter racional (en contra de Nietzsche) que tiene la vida.

Vamos a ver ahora qué sentido le da Ortega y Gasset a la vida como realidad radical.

Significado de la razón

La razón en sentido tradicional, desde Grecia hasta Kant, pasando por los racionalis­tas, se ha entendido como la facultad que capta la esencia de las cosas, lo inmutable. Se trata de la razón pura.

Ortega y Gasset le da otro sentido: «Para mi es razón, en el verdadero y riguroso sentido, toda acción intelectual que nos pone en contacto con la realidad». Es decir, por encima de la razón pura está la razón vital, que es una misma cosa con el vivir. La razón vital es la misma vida humana que va más allá de la pura razón.

La razón vital es constitutivamente histórica, se hace en la historia: esta razón his­tórica no es un «factum», un hecho acabado, sino algo que «fluye», que está en cons­tante deverur, «in lien»: la vida es un quehacer.

La vida como realidad radical

El punto de vista del filosofar de Ortega no es el mundo externo (realismo) ni su conciencia (Idealismo), sino la vida; la vida es el dato radical del universo, es decir, la coexistencia del YO o subjetividad y su mundo: «El dato radical no es mi existen­cia -yo existo- sino mi coexistencia con el mundo» (QF, 174).

Por lo tanto, lo primero que hay que hacer al filosofar es definir el sentido de mi vida: hay que buscar las categorías del vivir, los conceptos que expresan la peculiari­dad del vivir humano (QF, 176). El sentido que tiene la vida para Ortega lo podemos resumir de la siguiente manera:

  1. Vivir es el modo de ser radical; la vida es la realidad radical porque a ella tene­mos que referir las demás realidades (p. 179).
  2. Vivir es encontrarme con el mundo, en el de ahora, haciendo lo que estoy hacien­do en él. No es nada abstracto, sino mi vida personalísima, intransferible, lo que na­die puede hacer por mi (QF, 177). Mi vida consiste en ocuparme de este mundo mío, verlo, pensarlo, quererlo, odiarlo, estar triste o alegre, moverme en él, transformarlo y sufrirlo... (p. 179).
  3. Vivir es ocuparme de algo; nuestra vida es una constante decisión, y siempre decidimos para algo, con una finalidad, en función de algo: esto significa el conjunto de apetitos, pasiones e ilusiones que somos cada uno. Este vivir para algo supone tender hacia un futuro: vivir es anticiparse, ir prefigurando el futuro, no tanto lo que hemos sido sino lo que deseamos ser. Vivir es anticiparse = ocuparse para algo = pre-ocuparse.
  4. Vivir es un continuo quehacer; nada se nos da hecho, necesitamos hacérnoslo cada uno; la vida es un problema que necesitamos resolver. Por eso la vida tiene que proyectarse, la vida es un proyecto (no está nunca pre-fijada, es siempre imprevista); el mundo abre un abanico de posibilidades y el hombre se siente forzado a elegir lo que quiere hacer, cómo realizar su proyecto. La vida es libertad.
  5. Vivir es un problema; cada uno de nosotros es un problema. El hombre es el problema de la vida. Encontrarse viviendo es, pues, encontrarse uno viviendo sin sa­ber cómo ni por qué, encontrarse con las cosas en torno a uno mismo, que siempre son problemáticas.
  6. Vivir es encontrarse a sí, ser transparente a uno mismo, vivirse, sentirse vivir, donde el YO no es el único sujeto sino también el mundo. La vida, entonces, es esen­cialmente conciencia, darse cuenta, percatarse de uno mismo y del mundo que le rodea.
  7. Vivir es coexistencia y convivencia; vivir una cosa de otro, apoyarse mutuamen­te, conllevarse, tolerarse, alimentarse. La realidad concreta es la del individuo en co­munidad vital con todos los demás individuos. El individuo aislado y la comunidad genérica son puras abstracciones. Hemos sido arrojados a una vida que supone una totalidad: persona, mundos, circunstancias...

La razón vital

La razón histórica es tan razón como la razón pura, pero además está capacitada para captar la realidad fluida que es la vida. De este modo es razón vital, razón que da cuenta de la vida. Están unidas la razón, la vida y la historia. Se diferencia de los otros tipos de razón en que no se dirige fundamentalmente a «lo hecho» (al factum) cuanto al «hacerse» (fieri), al irse haciendo.

No puede haber por tanto oposición entre razón y vida. La razón no tiene que as­pirar a sustituir a la vida. La razón es una función viva y espontánea, como el ver o el palpar. Por eso la razón pura debe ceder su imperio a la razón vital. Nuestra tarea es ir convirtiendo la razón pura en razón vital.

Desde Grecia se ha entendido la razón como una facultad que capta la esencia de las cosas, el «ser», lo abstracto, el concepto, lo inmutable. Esta postura culmina en la razón matemática de los racionalistas del siglo XVII y en la Razón Pura de Kant. Pero la razón matemática, la razón «exacta», se hace matematizante en el curso del tiempo y se vuelve incapaz de captar las realidades cambiantes, inexactas y tempora­les de las cosas, de la vida. Por eso han surgido los irracionalismos que anteponen la Vida a la Razón.

Ortega no va contra la razón sino contra el Racionalismo: «Razón es toda acción intelectual que nos pone en contacto con la realidad por medio de la cual topamos con lo trascendente» (Historia como sistema, Ed. Rev. de Occidente, 1981, cap. II).

Razonar significa referir algo a la totalidad de mi vida: la vida misma, cuando se inserta en su contexto, es cuando se razona y se entiende. Por eso la vida misma fun­ciona como razón. Esa razón vital me lleva a comprender al hombre en una dimen­sión más compleja que la definición estática de la razón pura: yo soy yo y mi circunstancia.

Esta fórmula de Ortega de la primera hora (1914, en sus Meditaciones del Quijote) quiere expresar la interrelación obligada del YO con el mundo como un todo con­creto e indiviso, irrepetible, del que hay que partir para entender al hombre y al mun­do. El núcleo o realidad radical de ese todo unitario y circunstanciado es la vida mis­ma del hombre.

Yo soy yo: en la filosofía de Ortega la vida se individualiza, se subjetiviza (no tiene la trascendencia social que le daba, p. e., Nietzsche en sus implicaciones mora­les...). El hombre tiende a su YO, hacia la mismidad (ser uno mismo) del suje­to humano. La persona humana tiene que ser auténtica y conservar su vida íntima, su conciencia, sin perder la visión del mundo exterior.

y mi circunstancia: mi vida no soy yo solo, sino toda la realidad que me rodea. La circunstancia es todo lo que interviene en la vida del hombre y es utilizado por él para hacerse a sí mismo. La circunstancia es el tiempo, el tiempo pre­sente, sobre todo. El pasado y el futuro sólo tienen sentido y son algo en la medida en que se hacen presentes de algún modo. La vida es definida siempre en términos de presente. Mi circunstancia es:

  • todo lo que no soy yo, los demás, los usos sociales, las creencias, las ideas, las opiniones, todo lo que aparece a mi alrededor;
  • el horizonte de totalidad: mi vida como pieza del mundo: mi mundo es mi circunstancia;
  • inseparable de mi yo: mi vida se va haciendo con las circunstancias. Estas son yo viviendo con ellas y en función de las cosas.

La vida humana, por tanto, es un proyecto: tiene forma poética, es como un «poe­ma» en el sentido en que el hombre tiene que inventar, crear, lo que él va a ser. El hombre no es nada hecho, sino un continuo quehacer. Se proyecta hacia el futuro, construyendo su «modelo» en el presente, en un constante hacerse.

El destino de la vida humana es «salvarse»: vivir es encontrarse perdido entre las cosas, no tener nada seguro y fijo. En medio de esto, el hombre tiene que salvarse, es decir, ser «plenamente uno mismo»: mismidad y autenticidad son dos categorías del destino humano.

El tema de nuestro tiempo

Historicismo

La vida del hombre es un continuo hacerse, es la realización permanente de un proyecto que se está haciendo en la historia, en el devenir de la vida. Por eso dice Ortega que «el hombre no es naturaleza, sino historia»: la vida del hombre no es na­turaleza estática, no es algo acabado, inmutable, sino que es historia, se está haciendo; la historia pertenece esencialmente a la vida de cada uno de nosotros.

El hombre vive en un determinado momento, en un tiempo, en una época histó­rica. Y ese tiempo es el que hay que abordar, no sólo con la razón, sino también con la vida y desde la vida. Porque tiempo «no es el que miden los relojes, sino tarea, misión, innovación» (L. IX, p. 164). La tarea de nuestro tiempo es siempre una misión que mira al futuro, porque la vida se hace en la historia. (Por eso dirá Ortega que el tema de nuestro tiempo es superar el idealismo, es decir, superar el reto que nos lanza la historia en esta época determinada: es vivir el tiempo presente como par­te de nuestra propia historia, aceptando sus retos.)

En nuestro tiempo coexisten las generaciones:

En cada época hay una forma de vida (creencias, ideas, usos, problemas...); esta forma de vida dura cierto tiempo (15 anos, dice Ortega), de ahí que en un mismo tiempo coexistan varias generaciones: jóvenes, hombres maduros y viejos. Estas ge­neraciones coexisten en un mismo tiempo, son contemporáneas:

  • contemporáneo = los que viven en el mismo tiempo;
  • coetáneo = que tienen la misma edad.

En esta diferencia se basa la posibilidad de la innovación: si todos los contemporáneos fuesen coetáneos la historia se detendría, anquilosada, porque cada generación tiene dos dimensiones:

  • una consiste en recibir lo vivido;
  • otra, en fluir su propia espontaneidad.

Cuando estas dos dimensiones no coinciden, cuando hay rebeldía ante lo recibi­do, es cuando hay generaciones polémicas y es posible la innovación. Toda genera­ción tiene su misión propia, su vocación, su propia tarea histórica. De ahí que cada generación se tiene que plantear su tarea, su vida hacia el futuro en la propia dimen­sión histórica.

En nuestro tiempo se da el fenómeno de las masas:

Cada generación está compuesta por dos tipos de personas:

  • una minoría selecta (la elite);
  • una masa.

La elite está formada por hombres creadores de un proyecto de vida, y su misión es dirigir a las masas. La misión de las masas es obedecer las directrices de las elites.

Como esto no se ha realizado en su tiempo, se ha creado una gran confusión entre quien manda y quién obedece, y de ahí que todo lo demás marche mal: Europa no sabe si manda, lo cual provoca una desmoralización y hace imposible la europeizaciónn de España («España es el problema; Europa, la solución»).

Por otra parte, las masas se rebelan, no quieren someterse a las orientaciones de la elite, y en esto consiste la invertebración de España. De ahí la preocupación de los inte­lectuales por el «problema de España».

Conclusión:

El Historicismo tiene un significado claro:

El hombre no tiene naturaleza, no tiene esencia, tiene historia. El hombre no es nada conceptual, nada estático, sino dinámico, vivo, en constante movimiento real.

La sociedad tampoco tiene esencia, sólo tiene historia. La sociedad, lo mismo que el hombre, es un quehacer», pero un quehacer en comunidad, en relación con el mundo, con los hombres. La vida personal y comunitaria social no es un par­ticipio, no es un «faetum», sino un gerundio, un faciendum.

La visión de Ortega sobre la historia es penetrante y original, pero su visión de España es pesimista:

«Cuando se reduce la presión social y se amplían las libertades, entonces surge la "vida ascendente" caracterizada por la lucha, la deportividad y el riesgo. Si faltan esas circuns­tancias y en su lugar se pone la pérdida de ejemplaridad de las minorías rectoras, y la rebelión de las masa aparece, surge entonces la "vida descendente" antesala de la decadencia y de la muerte».

Resulta así la mayor amenaza que se cierne sobre los destinos de Occidente. Españ­a se ve empobrecida, se encuentra desvinculada de Europa, por eso ha quedado una «España invertebrada>,.

Perspectivismo

El Perspectivismo lo desarrolla en El tema de nuestro tiempo: es una teoría del cono­cimiento de la realidad: no hay un solo punto de vista absoluto sobre la realidad, sino diversas perspectivas complementarias:

El YO es un punto de vista que selecciona las impresiones. Hay tantas perspecti­vas como individuos (en cada una de ellas entra la vida de cada cual, la imaginación, sensibilidad, razón, deseos, circunstancias...). La razón del hombre debe dominar la circunstancia que su perspectiva le ofrece y así humanizaría: es una razón vital, no opuesta a la vida.

El punto dc vista individual es el único punto de vista desde el cual puede mirarse el mundo en su verdad. La realidad aparece a cada uno según la perspectiva ocupada por él.

Ocurre como en un paisaje: lo veremos según el lugar en que nos situemos para contemplarlo. Nadie puede captar el paisaje en su totalidad: las perspectivas, los dis­tintos puntos de vista son infinitos, y cada uno contempla la realidad que le ha tocado vivir.

Por eso cada uno tiene la misión de buscar la verdad. Nadie tiene toda la verdad, pero cada cual aplica la razón a la vida y entonces se van uniendo las distintas visiones particulares en una visión global, en una verdad, que se articula componiendo el gran cuerpo de la verdad total.