dom
14 feb
2010

Contexto Descartes

Discurso del método II y IV
DESCARTES, Discurso del método (II y IV)

1. EL CONTEXTO

En 1637 se publica en Leyde (Holanda), el país más tolerante de aquella Europa, el Discurso del método para dirigir adecuadamente la razón y buscar la verdad en las ciencias, obra que aparecía anónimamente y en francés, no en latín, como era habitual. El contexto de la primera mitad del siglo XVII en la que vive su autor, Descartes (1596-1650), ayuda a explicar por qué éste cree necesario una obra, publicada con esas características, que se ocupe del método, y por qué defiende que el anterior «camino» al conocimiento debe abandonarse. Descartes busca una certeza para sobrevivir a la crisis del momento.

Igual que al siglo IV ateniense o al XIV bajomedieval, también al siglo XVII europeo se le asocia la palabra crisis, crisis en primer lugar política. La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) que enfrentaba a unos Estados alemanes con otros y a sus respectivos aliados implicó a toda Europa. Era una contienda estructurada en torno a la religión: católicos frente a reformados. Este conflicto en el que Descartes mismo participó, trajo asociada una profunda crisis económica (especialmente agraria) y demográfica (mortandades de hasta e1 30 por ciento ocasionadas principalmente por las hambrunas). El carácter ilusorio de la vida y la presencia amenazante de la muerte serán ideas recogidas por el Barroco. Calderón de la Barca con su obra teatral La vida es sueño juega con esa visión de la vida que influirá en el proceso de duda cartesiano.

También crisis religiosa. Como consecuencia del conflicto bélico, la autoridad del Papa en la interpretación de la Biblia desaparece. La reforma luterana había valorado el papel de la razón individual: es el propio cristiano quien, mediante la gracia de Dios, interpreta la Biblia. Así, uno de los pilares de la estructura medieval, la autoridad del Papa y la unidad religiosa, pierde peso y lo gana la autonomía de la razón. No obstante, el resultado de esta Guerra no hace sino acentuar la pérdida de autoridad de la fe católica ya iniciada por el nominalismo, el Humanismo y Revolución científica.

El nominalismo de Ockham criticó la relación tomista entre razón y fe. Según Tomás de Aquino, la fe era el criterio extrínseco de verdad para la razón, de modo que los contenidos de fe no podían ser contradichos por la razón que, por tanto, perdía su autonomía. Guillermo de Ockham defendió una absoluta separación entre razón y fe: los contenidos de la fe son completamente distintos a los de la razón, porque ésta no puede llegar al conocimiento de Dios. Por tanto, la razón pierde como referencia a la fe y recupera su autonomía. El Discurso no tiene ningún sentido si no se supone esa autonomía de la razón no sólo respecto a la autoridad eclesial sino también respecto a las creencias religiosas personales.

La filosofía escolástica había desarrollado un enfoque teocéntrico de lo existente. Toda reflexión comenzaba afirmando la existencia de Dios (así empieza la Suma de Teología). El hombre y el mundo son sus consecuencias. La afirmación del valor del hombre y de su dignidad durante el Humanismo y su expresión artística en el Renacimiento provocaron la crisis de esa visión para dar lugar a una antropocéntrica: el hombre pasa al lugar central y se convierte en el arranque de cualquier reflexión posible. Sin esta influencia, el proyecto cartesiano de un método que guíe al hombre en su solitaria búsqueda de certezas sin contar con Dios, carece de sentido.

La física y la astronomía habían estado dominadas por la autoridad de Aristóteles y Ptolomeo. Ambos constituían el otro referente que guiaba a la razón en la investigación científica. Los trabajos de Copérnico, Kepler, Galileo y Huygens provocaron una revolución científica que generó la caída del modelo geocéntrico y una nueva concepción heliocéntrica. Pero más importante que el cambio de modelo, fue que la revolución científica acabó con la autoridad de Aristóteles y de la Biblia en cuestiones también científicas. El resultado fue la reacción de la Iglesia mediante la condena a Galileo y la inclusión de las obras de Copérnico en el catálogo de obras prohibidas. Nuevamente, ahora que Aristóteles había dejado de ser una referencia externa para la razón, la necesidad de un método para decidir cuándo estamos frente a una verdad se hacía inevitable. Pero la publicación de esa propuesta metodológica, precisamente por la actitud defensiva de la Iglesia, debía ser muy cauta (de ahí el anonimato) y donde su dominio fuera menor (por eso en Holanda).

No sólo el desarrollo físico y astronómico, sino también los descubrimientos geográficos, náuticos, bélicos..., fueron posibles por la matematización de las ciencias. Los trabajos de Isaac Beeckman, Golius, Faulhaber y los del propio Descartes mejoraron el saber matemático. Las matemáticas eran las únicas ciencias que proponían demostraciones indudables, y cuando lo matemático se aplicaba a otras ciencias, se producía un inmediato desarrollo. Por ello, el método cartesiano será deudor no de las matemáticas, sino de «lo matemático», de lo que hace que las matemáticas alcancen su certeza. Descartes espera así éxitos semejantes.

La crisis y pérdida de referentes trajo el escepticismo que en la Francia de la época tenía sólidos representantes como Michel de Montaigne (del que en la Segunda parte del Discurso aparecen expresiones literales), Pierre Charron o Francisco Sánchez. Por eso la estrategia cartesiana empezará por vencer el escepticismo con sus propias armas transformando la duda escéptica en metódica.

Sin referentes no racionales; con lo matemático como modelo y frente al escepticismo, Descartes afronta un proyecto metodológico que le permita superar la crisis, acompañando así a otros autores que asumen la misma intención. El método que Francis Bacon propone en el Nuevo Organon pretende conseguir una inducción correcta para llegar a establecer una afirmación universal y, por tanto, siempre válida. Al científico le interesa conocer las propiedades físicas de los cuerpos que se expresan en leyes, y el método para elaborarlas es la realización, mediante la anotación de las observaciones de un fenómeno, de tres tablas (de presencia, de ausencia y de grados). Sin embargo, este método se aleja del cartesiano ya que desconoce la importancia tanto de las matemáticas para formular leyes corno de la formulación de hipótesis.

El método resolutivo-compositivo de Galileo permite expresar los fenómenos observados en lenguaje matemático. Galileo defiende que la naturaleza está «escrita» con lenguaje matemático (está «matematiaada»), por lo que su conocimiento sólo será posible descifrando sus relaciones matemáticas y expresándolas en fórmulas. Para llegar a esas fórmulas propone tres pasos: resolución (análisis de los datos), composición (formulación de una hipótesis) y resolución experimental. El mundo físico de Descartes también será un mundo matematizado.